Los niños en edad Escolar
Haremos
referencia en este apartado la relación entre trabajo infantil y asistencia a
la escuela, teniendo en cuenta las entrevistas realizadas. Es notable que en
los testimonios aparezca la recurrencia del trabajo infantil y por ende
asociado a la corta o nula escolarización. Como vimos en el apartado anterior
el trabajo de los niños fue una estrategia del grupo familiar para subsistir,
lo que no queda muy en claro es si esta ausencia de escolarización respondió en
todos los casos a una a decisión tomada en el seno de la familia, o si estuvo
relacionada a ciertas formas del fracaso escolar, para ello se debería haber
evaluado otras variables en las entrevistas, pero lo concreto es que la demanda
del grupo de pertenencia era siempre más alta que la que ejercía la escuela en
la vida de los menores. Marta: “…nos mandaban a la Escuela y a trabajar, a la Escuela a la mañana y a la
tarde a cuidar chicos, hasta tercer grado fuimos porque después nos mandaron a
trabajar…” En el testimonio de Doña Pilar aparece otra variable
relacionada al rechazo que sufrió al intentar su abuelo escolarizarla y dice:
“…A
los 7 años me trajo mi abuelo a la Escuela
Tránsito de María de Cura Brochero para que estudiara la
primaria, pero allí no me quisieron aceptar porque era hija de madre soltera…”
pero inmediatamente cuando le preguntamos qué hizo su familia frente a este
rechazo, es decir si buscaron otra escuela o alguna otra estrategia par
educarla nos dice: “…Me fui a trabajar, a planchar, a lavar,
cocinaba, porque mi abuelo me enseñó…” el abuelo, que fue quién la crió
y la educó, la mandó a trabajar desde los 9 años como empleada en una hostería
y allí comenzó un derrotero que acabó a los 19 años, es decir que nunca terminó
sus estudios. El Sr Fernández también tuvo una escolarización incompleta debido
a la pobreza que recuerda enfáticamente en la entrevista y nos menciona que “…lo
poco que yo fui a la escuela fue en Las Chacras, algo en Las Rosas…”
Este tipo de
hogar productor ha privilegiado el trabajo de los niños como una suerte de
estrategia para sobrevivir, pero también es importante comprender que el
trabajo infantil es una pauta cultural que se reproduce al menos hasta esta
generación entrevistada. Seguramente que en esta problemática intervienen otros
factores externos a la familia, relativos a la intervención de las políticas
publicas del estado, o relativos a la ausencia del estado. Otros factores
pueden ser el aislamiento o la soledad con
las que estas familias se han manejado durante largos periodos de tiempo. No queremos impulsar un tratamiento sesgado de estas
viejas prácticas que pueden haber dado anclaje real a pautas de convivencia de
los grupos familiares, pero sí reponer para las nuevas generaciones lo difícil
que ha sido la niñez para estas personas.
Hay una
estrecha relación entre las diferentes situaciones económicas de las familias y
la escolaridad en estas zonas serranas, más asociadas a la vida rural que a la
urbana. Por ejemplo lo que observamos es el testimonio de Doña Adela, es que su
familia destinaba un espacio para que se
usara de Escuela, ante la ausencia del Estado o las distancias extremas con las
escuelas confesionales o de gestión pública, ella recuerda “…En mi casa, mi padre tenía un salón grande y
él lo prestaba para que las maestras dieran clases, no había edificio, era
grande el salón con piso de madera, iban los chicos del pueblo como 20 o 30
chicos, y pocos grados, y de las maestras que iban me acuerdo de una que vivía
en Cura Brochero que se llamaba Claudina Altamirano, muy buena señorita, pero
cuando nos portábamos mal nos daña con el caño[1]…”
Lo sustancialmente diferente de este testimonio es que la familia de Doña
Adela, pese a estas practicas del castigo, privilegiaba la educación de sus
hijos en lugar de hacerlos trabajar a edad temprana. También el testimonio de
Doña Delia que remarca con mucho humor que su padre quería que fueran seis años
a la Escuela ,
y que pese a que en la escuela de Los Hornillos no había todos los grados
organizados, debió repetir varias veces, hasta que siendo adulta terminó su
escolarización, y señala: “…el problema era que no había segundo año, y
cuando yo terminé el primer grado, al año siguiente tenía que hacer segundo
pero no había segundo, y no había manera de hacerle entender eso a mi padre, él
decía que había que ir 6 años a la escuela y bueno, después cuando se hizo el
segundo año lo aprobamos, y así fue hasta que en 5 grado, yo lo hice con una
señorita de Villa Dolores… el 6° lo aprobé en una escuela de adultos,
ahí al lado de la Iglesia ,
se había abierto para eso, para terminar la escuela…” Si leemos entre
líneas lo que ocurrió es que Delia asistió a la escuela hasta el 5° Grado, y
luego siendo ya adulta decidió terminar con esos estudios. Lo que tienen de
conmovedores estos testimonios es que son producto de la agudización de la
memoria emotiva, y que el relato, como un dispositivo del presente, va
ordenando la experiencia vital para dar un sentido a la narración que se asocia
a la propia identidad, es decir que una y otra vez el narrante se construye en
su relato.
Otra
singularidad es que todos las experiencias escolares, breves o completas, son
recordadas por estos adultos mayores con mucha alegría, y si la felicidad son
instantes en nuestras vidas es eso claramente lo que aparece en sus alusiones
al recuerdo escolar, los amigos, los juegos, las maestras, las anécdotas, los
golpes, todo aparece con risas y frescura de niño. Por ello resulta aún más
elocuente que la falta de escolaridad es tal vez la más grave experiencia de
vida de estas personas. También es sintomático y no resulta hacer ninguna
comprobación respecto de que la escolaridad es una consecuencia de la situación
social y económica de la familia.
En el
testimonio de la Oma ,
que es una persona muy querida y respetada en la localidad, siendo la
propietaria del negocio más próspero y antiguo del lugar, se contrasta con la
realidad de los otros entrevistados, y al referirse a sus seis hijos nos dice:
“…todos
fueron a la escuela primaria de acá, estuvieron también dos años en Las Rosas,
y todos hicieron la secundaria, en el Normal de Villa Dolores las mujeres, y
los varones en el Industrial, luego dos de ellos estudiaron en Córdoba, … el
varón se recibió de ingeniero y la hija de bioquímica…” Con un claro
orgullo, la Sra. Von
Ledebur nos relata que todos sus hijos trabajaron en el negocio familiar, pero
que todos terminaron por lo menos los estudios secundarios.
No ha sido
nuestro propósito realizar diagnósticos empíricos de cómo fue la situación de
los niños en el ámbito de este valle durante el siglo XX. Pero sí estamos
seguros que nuestra intención fue dejar un registro de las diferentes realidades
y modos culturales de vida en las zonas rurales de traslasierra a partir de
estos testimonios.
[1] Cuando
le preguntamos por este maltrato que recibía en la escuela nos dice: “…Claro,
nos pegaba con ese bastón que tenía, cuando no hacíamos los deberes, ya mi
padre le había dicho a ella, Señorita
cuando mis hijos no traigan los deberes, ud mándeme una nota y póngale en
penitencia todo lo que corresponda.
Entrevistadores.
¿Pero la maestra pegaba también? Doña Adela.
Aha, nos pegaba con el bastoncito ese que tenía, nos pegaba lindo con el
puntero…”