lunes, 8 de julio de 2013

Los niños en edad escolar.

Los niños en edad Escolar


Haremos referencia en este apartado la relación entre trabajo infantil y asistencia a la escuela, teniendo en cuenta las entrevistas realizadas. Es notable que en los testimonios aparezca la recurrencia del trabajo infantil y por ende asociado a la corta o nula escolarización. Como vimos en el apartado anterior el trabajo de los niños fue una estrategia del grupo familiar para subsistir, lo que no queda muy en claro es si esta ausencia de escolarización respondió en todos los casos a una a decisión tomada en el seno de la familia, o si estuvo relacionada a ciertas formas del fracaso escolar, para ello se debería haber evaluado otras variables en las entrevistas, pero lo concreto es que la demanda del grupo de pertenencia era siempre más alta que la que ejercía la escuela en la vida de los menores. Marta: “…nos mandaban a la Escuela y a trabajar, a la Escuela a la mañana y a la tarde a cuidar chicos, hasta tercer grado fuimos porque después nos mandaron a trabajar…” En el testimonio de Doña Pilar aparece otra variable relacionada al rechazo que sufrió al intentar su abuelo escolarizarla y dice: “…A los 7 años me trajo mi abuelo a la Escuela Tránsito de María de Cura Brochero para que estudiara la primaria, pero allí no me quisieron aceptar porque era hija de madre soltera…” pero inmediatamente cuando le preguntamos qué hizo su familia frente a este rechazo, es decir si buscaron otra escuela o alguna otra estrategia par educarla nos dice: “…Me fui a trabajar, a planchar, a lavar, cocinaba, porque mi abuelo me enseñó…” el abuelo, que fue quién la crió y la educó, la mandó a trabajar desde los 9 años como empleada en una hostería y allí comenzó un derrotero que acabó a los 19 años, es decir que nunca terminó sus estudios. El Sr Fernández también tuvo una escolarización incompleta debido a la pobreza que recuerda enfáticamente en la entrevista y nos menciona que “…lo poco que yo fui a la escuela fue en Las Chacras, algo en Las Rosas…
Este tipo de hogar productor ha privilegiado el trabajo de los niños como una suerte de estrategia para sobrevivir, pero también es importante comprender que el trabajo infantil es una pauta cultural que se reproduce al menos hasta esta generación entrevistada. Seguramente que en esta problemática intervienen otros factores externos a la familia, relativos a la intervención de las políticas publicas del estado, o relativos a la ausencia del estado. Otros factores pueden ser el aislamiento o la soledad con las que estas familias se han manejado durante largos periodos de tiempo. No queremos impulsar un tratamiento sesgado de estas viejas prácticas que pueden haber dado anclaje real a pautas de convivencia de los grupos familiares, pero sí reponer para las nuevas generaciones lo difícil que ha sido la niñez para estas personas.
Hay una estrecha relación entre las diferentes situaciones económicas de las familias y la escolaridad en estas zonas serranas, más asociadas a la vida rural que a la urbana. Por ejemplo lo que observamos es el testimonio de Doña Adela, es que su familia destinaba un espacio para  que se usara de Escuela, ante la ausencia del Estado o las distancias extremas con las escuelas confesionales o de gestión pública, ella recuerda  “…En mi casa, mi padre tenía un salón grande y él lo prestaba para que las maestras dieran clases, no había edificio, era grande el salón con piso de madera, iban los chicos del pueblo como 20 o 30 chicos, y pocos grados, y de las maestras que iban me acuerdo de una que vivía en Cura Brochero que se llamaba Claudina Altamirano, muy buena señorita, pero cuando nos portábamos mal nos daña con el caño[1]” Lo sustancialmente diferente de este testimonio es que la familia de Doña Adela, pese a estas practicas del castigo, privilegiaba la educación de sus hijos en lugar de hacerlos trabajar a edad temprana. También el testimonio de Doña Delia que remarca con mucho humor que su padre quería que fueran seis años a la Escuela, y que pese a que en la escuela de Los Hornillos no había todos los grados organizados, debió repetir varias veces, hasta que siendo adulta terminó su escolarización, y señala: “…el problema era que no había segundo año, y cuando yo terminé el primer grado, al año siguiente tenía que hacer segundo pero no había segundo, y no había manera de hacerle entender eso a mi padre, él decía que había que ir 6 años a la escuela y bueno, después cuando se hizo el segundo año lo aprobamos, y así fue hasta que en 5 grado, yo lo hice con una señorita de Villa Doloresel 6° lo aprobé en una escuela de adultos, ahí al lado de la Iglesia, se había abierto para eso, para terminar la escuela…” Si leemos entre líneas lo que ocurrió es que Delia asistió a la escuela hasta el 5° Grado, y luego siendo ya adulta decidió terminar con esos estudios. Lo que tienen de conmovedores estos testimonios es que son producto de la agudización de la memoria emotiva, y que el relato, como un dispositivo del presente, va ordenando la experiencia vital para dar un sentido a la narración que se asocia a la propia identidad, es decir que una y otra vez el narrante se construye en su relato.
Otra singularidad es que todos las experiencias escolares, breves o completas, son recordadas por estos adultos mayores con mucha alegría, y si la felicidad son instantes en nuestras vidas es eso claramente lo que aparece en sus alusiones al recuerdo escolar, los amigos, los juegos, las maestras, las anécdotas, los golpes, todo aparece con risas y frescura de niño. Por ello resulta aún más elocuente que la falta de escolaridad es tal vez la más grave experiencia de vida de estas personas. También es sintomático y no resulta hacer ninguna comprobación respecto de que la escolaridad es una consecuencia de la situación social y económica de la familia. 
En el testimonio de la Oma, que es una persona muy querida y respetada en la localidad, siendo la propietaria del negocio más próspero y antiguo del lugar, se contrasta con la realidad de los otros entrevistados, y al referirse a sus seis hijos nos dice: “…todos fueron a la escuela primaria de acá, estuvieron también dos años en Las Rosas, y todos hicieron la secundaria, en el Normal de Villa Dolores las mujeres, y los varones en el Industrial, luego dos de ellos estudiaron en Córdoba, … el varón se recibió de ingeniero y la hija de bioquímica…” Con un claro orgullo, la Sra. Von Ledebur nos relata que todos sus hijos trabajaron en el negocio familiar, pero que todos terminaron por lo menos los estudios secundarios.

No ha sido nuestro propósito realizar diagnósticos empíricos de cómo fue la situación de los niños en el ámbito de este valle durante el siglo XX. Pero sí estamos seguros que nuestra intención fue dejar un registro de las diferentes realidades y modos culturales de vida en las zonas rurales de traslasierra a partir de estos testimonios.





[1] Cuando le preguntamos por este maltrato que recibía en la escuela nos dice: “…Claro, nos pegaba con ese bastón que tenía, cuando no hacíamos los deberes, ya mi padre le había dicho a ella, Señorita cuando mis hijos no traigan los deberes, ud mándeme una nota y póngale en penitencia todo lo que corresponda.
Entrevistadores. ¿Pero la maestra pegaba también? Doña Adela.  Aha, nos pegaba con el bastoncito ese que tenía, nos pegaba lindo con el puntero…”